domingo, 2 de junio de 2013

La ministra con un Jaguar en su garaje que viajaba sin saberlo


Vamos a ver. Que al final voy a pensar que lo que hay en este país es mucha envidia. Es verdad que es el ‘deporte nacional’ y si no que se lo digan a Urdangarín (le hacen la vida imposible desde que se conoce su olfato para los negocios) o a Rubalcaba (persiguen su salida del PSOE desde que sustituyó al innombrable
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ZP y eso que él no tiene nada que ver con ‘la herencia recibida’) y qué decir del mismísimo Rajoy, a quien machaca Aznar ‘El Grande’ en una pseudo-entrevista entre amigos por simple resquemor hacia el pontevedrés porque, según él, Mariano echa por tierra su legado. Sin duda, siguiendo con el pecado capital del que somos campeones del mundo, la ministra Ana Mato está siendo objeto de una campaña de claro desprestigio y sin motivo aparente.
 

Si Hacienda, que somos todos, dice que hay movimientos sospechosos que pueden llevar a pensar en un posible pago por parte de The Correa´s Clan de unos viajes culturales por Europa, enseguida se apunta a la que es ya mejor ministra de Sanidad (antes llamada pública) del último año y medio. No entiendo el revuelo. Si la hija de Aznar ‘El Grande’ puede recibir regalos de electricistas sin que eso levante un ápice de sospecha ¿por qué se va contra Mato y cuatro, cinco, seis… viajes de nada?

Ya lo comentó Alfonso Alonso, portavoz de su partido en el Congreso: “Las engañadas por sus maridos no tienenque pagar por ello”. Y tiene toda la razón. En un matrimonio, como marca la Santa Madre Iglesia a la que muchos nos sometemos, como en un vestuario de fútbol, debe quedar todo dentro. “Los trapos sucios se lavan en casa”, como diría Mou. Si Casillas hubiese actuado siguiendo el código futbolístico mourinhista, el R.Madrid habría alcanzado la décima. Pero no. Preferimos hacerlo público y todo se va al garete. Con Ana Mato ha sucedido algo similar. Si su marido (ahora ex, antes no) llegaba a casa con un Jaguar ¿Por qué ella tiene que preguntar de dónde sale? E, incluso, ¿Por qué tiene siquiera que verlo? He de confesar que mi mujer conduce un utilitario porque no se ha percatado de que el Porsche que hay en el concesionario lleva mi nombre, si no… 

Mato, como Prince, 'el artista antes conocido...'

Boda de la hija de Aznar. Foto: www.elmundo.es
Mato es como Prince, salvando las distancias oportunas. El cantante de Minneapolis, en el marco de las luchas intestinas con la Warner, cambió su nombre por un símbolo, pasando a ser “el artista antes conocido como Prince”. La ahora ministra, después de estar a la sombra de su marido, ha volado sola hasta alcanzar la meta de entrar en el actual Gobierno. Sin embargo, los medios siguen vinculando su nombre al de su exesposo, Jesús Sepúlveda, imputado en el caso Gürtel. Estas cuestiones nimias han servido a algunos miembros de la canallesca periodística para lanzarse a la yugular de Ana, sin duda por envidia porque siempre se ha dicho que una mujer, preparada académicamente, con una experiencia profesional envidiable e inigualable, está mal vista en un mundo de hombres. Esto es lo que sucede con Mato.

Por cierto, la afirmación de Alonso (no el piloto aunque en ocasiones se coma las ‘chicanes’ como si de Guerra o González Pons se tratara) en relación con “las engañadas” ¿se referirá también a su partido? ¿Se considerarán engañados en el PP por el marido de Mato? ¿Se dieron cuenta del timo de Sepúlveda hace tan solo 3 meses?  

Ana Mato, ‘la ministra antes conocida como la mujer de Sepúlveda que no sabía que tenía un Jaguar en su garaje’, estoy seguro de que aguantará la presión sin dimitir porque aquel coche, los viajes, las fiestas, las comuniones, el confeti, las flores, los globos, los payasos, los cuentacuentos, los sueldos de su exmarido… es decir, ‘mamandurrias’ sin importancia, se quedarán en agua de borrajas cuando ella encuentre las facturas que ya ha dicho que está buscando. 

Yo, de antemano, adelanto que si no da con ellas a mí me basta con que jure por Snoopy en un comunicado de prensa. Con un gesto de ese calado me doy por satisfecho. 

* Artículo publicado en www.pontevedraviva.com

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